martes, 1 de diciembre de 2015

lunes, 23 de noviembre de 2015

Palabra de Muesli: Lawrence de Arabia


A los padres de mi exnovia, esa puta neogafapasta, les encantaban las grandes películas de su juventud, esas superproducciones rodadas en formato panorámico que uno siempre ve en la tele con dos franjas negras arriba y abajo. Ellos las llamaban “clásicos” y hacían bromas entre sí sobre si ellos también eran “clásicos” o no. Todos reíamos aunque no tuviera ni puñetera gracia. La favorita del padre de esa zorra sabelotodo era Lawrence de Arabia. Hace poco en el gimnasio, mientras esperaba que un puto viejo dejara libre la máquina peck deck, me acordé de él. Supongo que se parecían los muy gilipollas. Decidí que tal vez debería verla.

¡Joder! La cosa prometía: un oficial británico se va a Arabia, se junta con los moros y se lía a tiros con todo dios, convirtiéndose en una especie de líder revolucionario de los árabes contra el imperio turco, durante la primera guerra mundial. ¡Puta madre, no? ¡Pues no! A ver, el tío mola. Lo envían los ingleses pero se vuelve todo loco con el desierto y la cultura de ahí y le mola el rollo y se convierte en un tío adorado por los moros esos y se mete en aventuras de la hostia y le pegan una paliza y le torturan y luego es traicionado en su empeño por ayudar a los moros porque los ingleses que son los que le enviaban los dejan colgados y tal, pero joder, el tío… ¡joder!, ¡el puto Lawrence es un jodido bujarra! No lo dicen claro pero tiene un rollo raro con un crío beduino, vamos, que se lo folla. Y en la tortura se insinúa que le dan por el culo (o eso me pareció a mí) y seguro que el muy guarro lo goza. Y no sé, con toda la tralla que puede tener la película se pasan con los putos planos del desierto y con conversaciones y mierdas. ¡Coño! ¡Más batallas, más caballos a toda leche por el desierto! Eso es buen cine, y no toda esa mierda. ¡Y menos sutilezas, joder! ¡Si es maricón dejadlo claro, joder! Hostia, yo no tengo problemas con los bujarras si van a las claras, pero este rollo sí pero no, o qué sé yo, lo soy pero lo escondo… ¡Qué puto asco! Y encima el pavo ni siquiera es que esté supercachas, es así rubio y guapo pero no tiene el cuerpo bien trabajado en el gimnasio como tiene que ser. A mí me parece que ni está bueno ni nada, no sé, si yo fuera gay igual me lo follaba pero seguro que perdería el interés en seguida, muy aventurero y mucha mierda de esa pero seguro que le doy una hostia y lo destrozo.

He llegado a una conclusión, si al imbécil de mi exsuegro le gustaba tanto esa película es porque seguramente él también sea maricón. Ya sabéis, ahora ser bujarra está de moda. Hay incluso gente que lo es, que se folla a otros tíos, aunque en realidad le gustan las mujeres o son asexuales y lo mismo les da un tío que una rata, pero que, a lo que voy, se hacen maricones por moda. Antes no era así, antes ser maricón no estaba bien visto y algunos lo escondían, hasta se casaban y tenían hijos. Yo creo que eso es lo que le pasa a mi exsuegro, que es bujarrón y lo oculta y que por eso le mola la peli, porque se siente identificado con el suplanucas de Lawrence. Aunque sólo debe de sentirse identificado con eso, porque el padre de la pseudointelectual de mi ex es un puto cagado y no ha salido de su mierda de barrio en toda su puta vida.

Después de ver esa bazofia homoerótica de Lawrence de Arabia necesito ver una peli de verdad, de hombre zurrándose a base de bien y mucha épica. Me pongo 300 y se me va la mala hostia de golpe. He oído por ahí que 300 es de estética un poco gay. Esa gente no tiene ni puta idea, cómo escuche a alguien decir eso le partiré la puta cara y luego le daré por el culo, a ver si le gusta, sólo los homosexuales haters pueden decir cosas así. ¡Qué asco de gente! Uno no puede ya ni ver músculos y leches tranquilo, mierda, lo tienen que joder todo con sus opiniones de mierda que a nadie interesan...

El buen cine siempre tiene músculo,
por MUESLI SNIPES.

martes, 20 de octubre de 2015

De putivuelta: Entre cartones

Esa noche tenía una fiesta en la terraza de un holandés que Mamen Mela se estaba follando desde hacía unas semanas. Luego, el plan era ir al Apolo salvo que la fiesta degenerará en orgía antes de tiempo, cosa con la que todas fantaseábamos aunque supiéramos que por desgracia no iba a ser así. Tenía que pasar por un cajero antes de ir hacia allá. Cuando pasé por delante del primero que no me cobraba comisión, vi que el externo estaba fuera de servido. Tenía pues que sacar dinero en el cajero interior, que estaba ocupado por un par de indigentes que se habían hecho fuertes montándose una habitación con todo lujo de detalles: desde mantas raídas y cartones a colillas de cigarrillo y tetrabriks de vino. Cuando entré pude constatar que estaban durmiendo la mona. Un hedor a orín, excrementos secos y sudor bloqueó mi pituitaria. Uno de ellos roncaba a mandíbula batiente, el otro respiraba acompasadamente.

Introduje la tarjeta, puse mi número secreteo y saqué unos 100€. Pensaba conseguir que algún pobre infeliz me pagará las copas en la discoteca, pero igualmente debía pagar mi parte de las drogas de la noche y convenía salvar una parte por si acaso no había suficiente con lo que pudiera conseguir a base de eventuales pagafantas. Cuando metí el dinero en mi cartera y la cartera en mi bolso, escuché que uno de los vagabundos carraspeaba. Vi como sus ojos inyectados en vino deseaban ver más allá de la sombra que proyectaba la minifalda sobre mis piernas. Se relamió para humedecer su boca. De entre sus dientes  se proyectó un “¿Tienes fuego?” un tanto cazallero. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, mientras oscuramente un anhelo se despertaba en lo más profundo de mi lívido. Entre aquella maraña de pelos y roña se adivinaba la atormentada vida de un atractivo hombre de ojos azules, venido a menos por el alcohol barato y dios sabe qué otros problemas. Me acerqué lentamente, sorprendida de la insinuación que otorgaba inconscientemente a mis movimientos. Saqué el mechero de mi bolso, me agaché consciente de que el sin-techo tendría una privilegiada visión de mis pechos mientras le encendía la chusta de la colilla que acaba de coger del suelo.

“¿Hace cuánto que no te hacen una buena mamada?”, le pregunté a bocajarro, entre susurros. Sus ojos se salieron de sus órbitas. Carraspeó nervioso. Se movió incómodo hacia atrás. “¿Dónde está la trampa?”, me preguntó a modo de respuesta. Le dije que no había trampa, que estaba cachonda y que hoy él tenía su día de suerte. Mientras hablaba acariciaba su entrepierna sintiendo su sexo crecer al compás de mis palabras. Le besé en la boca, mientras con las manos desanudaba el cable que llevaba a modo de cinturón. Su boca sabía a cenicero y vino rancio. Descubrí su polla erecta rodeada de un frondoso bello púbico, como un torreón en medio de un bosque espeso. Llevé mis labios a su glande, lamiéndolo con cortos movimientos de la punta de mi lengua. Cuando sus gemidos empezaron a ser continuos bajé la cabeza, dejando resbalar su polla por mis labios hasta que toda ella quedó cubierta por mi cavidad bucal. Una arcada me sobrevino, traté de controlarla. Me invadió el asco. Sabía a orín y a sudor. La falta de higiene y el olor de su excitación se conjugaron con el fuerte hedor a ceniza y vino, a ropa sucia, a basura y descomposición, a rancio. Saqué la polla de mi boca de golpe y empecé a lamer sin control, como una loca, de arriba abajo, tratando así de colapsar mis sentidos, estimulando caóticamente su erección. Cuando por fin me acostumbré al asco que se acumulaba en el fondo de mi paladar, seguí lamiendo con ímpetu su glande, a pequeñas bocanadas, mordiendo de vez en cuando el extremo distal de su prepucio. Sus gemidos subieron el volumen rápidamente y supe por su respiración que su excitación estaba cerca del apogeo, del clímax. Se corrió en mi boca. Su semen era agrio y áspero. Jamás había probado una lefa así, abundante y con unos grumos ásperos de cierta consistencia extrañamente granulosa. Me limpié con un kleenex, mientras me alejaba sin mediar palabra, viendo la satisfacción en su mirada. Lo dejé sonriendo, golpeando con aspavientos a su vecino de cajero, que había estado roncando profusamente todo el tiempo, con el ánimo de explicarle lo que acababa de ocurrir.

Subí de nuevo a casa para limpiarme en condiciones. Al llegar, vomité en el lavabo, abrumada por lo que acaba de hacer. No sé bien qué es lo que me había llevado a hacerlo. Quería pensar que se había tratado de  una preciosa obra de caridad, mucho mejor que darle cuatro monedas mal contadas para que se comprara un bocadillo; y que agradecería más mi mamada que el cartón de vino que realmente se habría comprado con esas cuatros monedas. Sin embargo, sé que no fue la caridad lo que me movió a hacerlo sino el morbo.  La virtud viciosa de mi búsqueda hedónica del placer por el placer, en libertad e independencia, el deseo de satisfacer a ese indigente alimentando al mismo tiempo las oscuras fantasías de mi ser más profundo. Quizá esto no sea más que palabrería pseudofilosófica que adorna algo que en realidad es mucho más elemental, quizá aquellos ojos azules inyectados en sangre y vino simplemente me pusieron cachonda y como últimamente no le pongo fronteras al deseo, me dejé llevar sin más. Me fui a sacar dinero y acabé de putivuelta, no todo en esta vida va a ser caviar y noches de hotel de 5 estrellas, una buena polla en crudo, sin limpiar, de vez en cuando tampoco está mal y con esa idea es con la que me quedo.
  

Basado en pechos reales,

por CARMELA PELAS


miércoles, 22 de julio de 2015

De putivuelta: Tercera edad

Trini Menroto me habló recientemente de una amiga suya, enfermera en geriatría, que mientras limpiaba a un enfermo de Alzheimer observó como éste se empalmaba y no pudo contener el impulso de masturbarle durante un buen rato. Dice que su amiga quedó fascinada por el tamaño del miembro del paciente y que incluso estuvo por hacerle una mamada, pero cuando se dio cuenta de que el hombre resoplaba tuvo miedo de que se pusiera a gritar y acabarán pillándola. Entonces, profesionalmente, pasó la esponja por el perineo del enfermo, procedió a darle la vuelta y continuó con su tarea cotidiana. Mamen Mela me habló también de una cuadrilla de jubilados de su barrio que a duras penas pueden mantenerse en pie, con los que frecuentemente coincide en la farmacia cuando va a comprar sus anticonceptivos y los lubricantes a granel. Algunos de esos ancianos son asiduos compradores de Viagra. “Tendrías que verlos, me dice, hay uno que anda con dos muletas arrastrando las piernas por el suelo”. Entre carcajadas imaginamos sus contorneos pélvicos y suponemos su manejo experto de la lengua.

La confluencia de estas historias dejó en mí un poso de curiosidad que me estremecía, el deseo ardiente de follarme a un abuelo. No quería un anciano estándar, con buena salud y un corazón de hierro. No quería un hombre maduro recién jubilado. Quería un abuelo que estuviera en las últimas, en los albores de la muerte, un viejo que jadeara sobre mí los que posiblemente serían sus últimos estertores. No, no quería que se muriera estando conmigo, pero quería sentir que posiblemente yo sería su último instante de felicidad plena, su orgasmo definitivo. Por eso, durante un tiempo estuve frecuentando el Duvet, pero ahí sólo había viejos con la libido funcional, embadurnados de colonia y con limitadas pero existentes condiciones para el baile (y por tanto para el folleteo), ya fueran con cadera de serie o recién operada.

Comprendí que debía asaltar a uno de esos viejos del barrio de Mamen y así lo hice. Me las arreglé para, escotada y bien ceñida, putivoletar alrededor de la farmacia y del casal de ancianos del barrio. Vi al viejo de las muletas y me acerqué a él. Se puso rígido al verme, se recolocó la dentadura mientras babeaba.  Al cabo de un rato de zorreo absurdo vi que tenía que ir a saco. “Quiero follarte”, le dije. En su cara se dibujó un rictus y luego se iluminó, miró a su alrededor como buscando una hipotética cámara oculta. Farfulló algo ininteligible. “No me preguntes por qué, ni yo misma lo sé, digamos que es tu día de suerte. Sé que me quiere follar, acércate a la farmacia, compra Viagra y vamos a mi casa”. Él se recompuso, se acercó al borde de la acera y alzó el brazo al ver un taxi acercarse. Se giró hacia mí. “Tengo Viagra en la cartera y no hace falta que vayamos a tu casa, conozco el sitio perfecto”. En el taxi se llevó la pastilla a la boca, salivó todo lo que pudo, de manera forzada y ruidosa, y tragó con ímpetu. Empecé a estimularle el pene poco a poco. Era un minúsculo pellejo insensible que lentamente empezó a ponerse cada vez más viscoso, sin crecer ni un milímetro. Al cabo de un rato, el taxi nos dejaba frente a un edificio de apartamentos, para entonces su pene era una masa algo más consistente. Estaba morcillón. Entramos en un discreto hotel donde parecían conocerle, aunque disimulaban. El tipo era un putero profesional, estaba claro. Se tumbó en la cama, me hizo poner arriba. Me invitó a anclar mis nalgas en su cara. Puse mi coño sobre su boca. Lamió con un virtuosismo insospechado. Me estremecí de placer. Cerré los ojos bien fuerte soñando que me lamía un forzudo cubano, mulato y musculoso. Abrí los ojos y aquel saco de huesos y pellejos se esforzaba por respirar. Me puse a horcajadas, introduje su polla octogenaria en mi coño húmedo de saliva y flujo. Apreté bien los ojos y me puse a cabalgar. Tuve miedo de romperle la cadera así que convertí el galope en un trote y el trote en un pequeño vaivén, como si fuera un bebé meciéndose en un tacataca de frágil cristal. Él jadeaba y murmuraba guarradas ininteligibles. Una especie de grito ahogado me dio a entender su final, su orgasmo sin esperma. Un agüilla semitrasnparente perlaba la punta de su prepucio.  Me tumbé a su lado. Al cabo de un rato, vi cómo se incorporaba. Se fue a lavar, se vistió y antes de irse me dejó un billete de 200€ sobre la cómoda. Está bien, no me sentí ofendida, los acepté. Me había follado a un viejo moribundo por propia voluntad, por curiosidad morbosa, y encima me iba con 200€ más en el bolsillo. No se podía decir del todo que había sido un mal día, salvo, claro, tal vez por la repugnancia de tener ese cuerpo escuálido y desagradable bajo mis piernas, por el asco de su lengua pútrida en mi coño, de ese pene erecto pero inconsistente dentro de mí.

No había salido como esperaba, pero ¿qué demonios esperaba follándome a un viejo putero moribundo?


Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS

domingo, 7 de junio de 2015

domingo, 24 de mayo de 2015

Snowboard sobre caspa: El Adri

Nos movemos sobre partículas de caspa. Es difícil discernir si nos encontramos antes un descenso en caspa o simplemente una capa fina de mamarrachismo y/o lerdismo analfabeto. Colocamos nuestra tabla sobre elementos de tamaño irregular disociados y a ver qué pasa. Es una caspa tierna, con futuro, pero que pierde cohesión.
Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,

por JUANITO MÜHLEGG.

jueves, 30 de abril de 2015

Sentencias desde el Abismo

El tiempo es una caída al vacío en cuyo fondo sólo se halla la muerte. En cada instante, en cada momento, se siente el vértigo y  el miedo al impacto.
por IL ESTATORE.

lunes, 13 de abril de 2015

Snowboard sobre caspa: McCartney, en general

Dedicar años a destruirte a ti mismo y a tu legado es todo un proyecto de vida. A eso, más o menos, es a lo que ha dedicado toda su vida profesional Paul McCartney desde que se separarán los Beatles. Lennon no tuvo la oportunidad de hacerlo, muy probablemente hubiera tenido un muy mal envejecer también, aunque en otro sentido. Ringo Starr es Ringo Starr, en sí mismo rezuma caspa por doquier, pero bien llevado, siendo consciente de sí mismo y disfrutándolo. George Harrison siempre mantuvo la dignidad, nada que decir de él en este post... Pero McCartney, ay el pobre Paul, esa vieja señora inglesa...

Hoy deslizamos la tabla por una pista complicada; para muchos un referente, para otros una mala imitación de una sombra difusa de aquello en que pudo quedarse y dejó de ser por no saber retirarse a tiempo, esa caricatura con la que todos quieren hacerse una foto aunque ninguno sabe muy bien porqué... Nos movemos en caspa polvo/dura, una de las caspas más comunes en cualquier radio-fórmula de andar por casa. Se trata de una base compacta de caspa sobre la que hay una capa más delgada de caspa polvo. Puede que el fondo, la base sobre la que están las pistas, no sea para nada realmente casposa, pero lo que queda en la superficie, sobre lo que nos desplazamos, es caspa pura y dura.

¿Quieres caspa? ¡Pues tomas dos tazas!
Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.

miércoles, 1 de abril de 2015

De putivuelta: Bob Esponja

Todo se nubla en mi cabeza. Todo es nada. No hay lógica. Fuimos a su casa. Me dejé llevar. Vivía en un lugar extraño y submarino, Diría que era una piña. Al entrar, su perro caracol nos saludó. ¿O era un gato caracol? Puso algo de música. Los altavoces vibraban. Pronto todo se llenó de medusas ávidas de fiesta. Los bajos de la música electrónica se sincronizaron con la melodía de breves y nerviosas inspiraciones. Alargó su delgado brazo y me llevó a través de la sala hasta una habitación situada en el piso de arriba. Allí nos quedamos solos. Nos fundimos en un abrazo suave, húmedo y esponjoso. Lamí su enorme cara, palpando torpemente cada uno de sus poros, redondos como en un enorme queso de Gruyère. En un movimiento rápido que casi pasó inadvertido se quedó desnudo, dejando sus pantalones cuadrados sobre una silla, cerca de su cama. Me abalancé como una perra en celo sobre él, apretando todo mi cuerpo contra el suyo, sintiéndome absorbida sin más por toda su anatomía esponjosa.

Follamos mucho. Follamos sucio. Pasé mi coño por sus ojos, siempre abiertos, como una babosa. Lamí cada uno de sus orificios, mientras sentía en mi lengua el sabor salado del agua marina que se filtraba por su cuerpo amarillo. Me penetró, su polla se expandía en mi interior y se empapaba de mi olor. Dentro y fuera y de nuevo dentro, duro y fuerte, suave y blando. Me lamía con fulgor. Y yo gozaba, gozaba como una sirena follada por primera vez. Deseaba desovar sobre él un caviar divino. Flotábamos, como los peces, en el elixir del orgasmo. Se agachó, contempló mi coño con sus ojos saltones, con sus enormes pupilas. Hizo caracolear su nariz respingona alrededor de mi clítoris, mientras urgaba con sus dedos en el orificio de mi ano. Sentí como si el mismo Poseidón me estuviera haciendo un cunnilingus, mientras me penetraba analmente con su tridente. Me agarró las nalgas y con una violencia contenida introdujo su amarilla nariz, alargada como una barracuda, en mi coño, húmedo y expectante. Respiró fuerte dentro de mí, se llenó de mi esencia. Convulsioné de placer. Me corrí. Sentí como todo él absorbía mis fluidos. Lamí de nuevo su cuerpo, entre estertores de júbilo, sintiendo, al hacerlo, que lamía el mío propio; apreciando el sabor de mi propio éxtasis. Me sentí feliz, feliz con una esponja, con una enorme esponja amarilla llamada Bob. El tripi que me dio Trini Menroto al principio de la noche era bueno, muy bueno. Las rayas de eme que nos metimos en el bar eran fantásticas. Pero lo que sin duda me estaba sentando de fábula era el sello de LSD que me había ofrecido un tal Roberto, amigo de Mamén Melas, una hora antes, cuando recién salíamos del after, camino de su casa, para follar.

Salí de aquella piña bajo el mar, buceando hasta el metro, rodeada de peces y anfibios, hasta que por fin llegué a mi casa. 16 horas después me desperté con la sensación de recién follada en el cuerpo y una sonrisa de oreja a oreja que no sabía muy bien a quién o a qué agradecer. Tiempo después volví a ver al tal Roberto, hablamos de aquella noche entre risas imprecisas. Follamos. No volvió a ser lo mismo.


Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Snowboard sobre caspa: Corazón Salvaje

Hoy nos deslizamos sobre caspa pisada. El paso de cepillos y peines conlleva que la caspa adquiera una compactación especial que facilita el disfrute de los que nos deslizamos sobre ella. Todas las caspas, sean como sean en su estado inicial, adquieren características muy similares tras ser pisadas.

También se conoce con el nombre de caspa pisada a aquella por la cual se han deslizado diversas personas, si bien en ese caso la compactación de la superficie casposa no se hace de manera homogénea y el resultado final dependerá del estado inicial de la caspa (una caspa polvo por la que pase gran cantidad de gente mermará su calidad, pero una caspa costra prensada con seguridad ganará enteros).

Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.

miércoles, 4 de marzo de 2015

¿De qué color ves mi ojete: negro o marrón?

Últimamente no se habla de otra cosa. La red de redes y el equipo de mi proctólogo están divididos. La pregunta “¿negro o marrón?” ha convertido a mi ojete en “trending topic mundial”. Pero antes de dar la respuesta correcta, echemos un ojo a mi ojal.

Diario de Sebastopol se ha puesto en contacto con neurocientíficos y demás todólogos around the world que señalan que la respuesta está en el cerebro y no en las células de los ojos (conos y bastones) de quienes observan el ojo de mi culo. Así pues, la visión cromática de mi ojal depende de como el cerebro interpreta el contexto en el que se encuentra el agujero de mi orto, según explica Gaylor Smith, neurocientífico coñitivo de la Universidad Rectal y Drag Queen de noche, a nuestro diario.

Algunos parámetros que podrían influir serían la iluminación del lugar, el contraste de mi ano con el blanco lechoso de mi piel, si antes de mirar la fotografía de mi culo la persona ha estado mirando fijamente una bombilla de 60 vatios o incluso si antes de mirar se ha estado leyendo a Schopenhauer, a Marx o el libro de Belén Esteban. Dicho de otro modo, se trata de una desilusión óptica sin ningún tipo de interés ni sentido. La combinación entre la cantidad de luz sobre un objeto y la que refleja, así como las condiciones en que uno se rasca la huevada compulsivamente, no teniendo otra cosa que hacer que mirar obsesivamente mi recto, serían un aspecto clave en la percepción del color de mi ojete y las ganas de abrir un debate sobre tremenda banalidad.

Para demostrar que existe una clara división entre la gente que lo ve negro y la gente que lo ve marrón, Diario de Sebastopol ha realizado una encuesta timorata por teléfono y el resultado ha sido que tres cuartas partes nos han dicho “iros a tomar pol culo”, dos tercios han contestado “hijos de puta, para está mierda me habéis despertado de la siesta”, cinco medias fracciones de millón han optado por colgarnos directamente y un señor de Huelva nos ha dicho que le gustaría ver el culo en vivo para poder penetrarlo.

¿De qué color es finalmente? Pues realmente no lo sé porque no me lo veo, pero imagino que, dado que cuando me he hecho la foto acababa de cagar y aún no me lo había limpiado, es de color mierda y que además a nadie le importa una mierda.


Mi patria es el odio,
por DAMIEN THORN.

lunes, 16 de febrero de 2015

Snowboard sobre caspa: Heino

La caspa primavera tiene la característica de poder cambiar sus cualidades a lo largo de una misma jornada, presentando diferentes aspectos a lo largo del día. Así en las primeras horas del día la caspa será granulosa, dura o de escamas compactas, al avanzar el día la temperatura sube y eso provoca que la primera capa de caspa se funda, dando lugar a algo similar a la caspa húmeda. Poco a poco el espesor de la caspa dura va a menos y aumenta el de la caspa húmeda llegando a formar un manto de mínima consistencia y por tanto de enorme peligrosidad para el deslizamiento de la tabla. Después y a medida que cae la tarde el proceso sucede al contrario, apareciendo primero la caspa costra que poco a poco va endureciendo el total de la superficie. Para que aparezca esta caspa debe hacer la temperatura necesaria para que el desebo-resebo se produzca.
 
Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.

jueves, 12 de febrero de 2015

De putivuelta: Los Dedos

Mientras estaba en la ducha, Trini Menroto entró en el lavabo para hacer un pisito. Cuando iba a salir, después de lavarme el cuerpo y la cabeza y haberme enjabonado bien el coño, aclarándolo con insistencia con una buena presión de agua, Trini recién se incorporaba de la taza. Con una mano me tendió la toalla mientras, con la otra, se aplicaba papel higiénico sobre su rosada vulva. Recibí su obsequio mecánicamente mientras observaba atónita la elegancia con que ella se limpiaba. Dejé caer la toalla y, desnuda y empapada, acerqué mi mano a su vagina. Ella acogió mi gesto con agrado, abriendo un poco más las piernas, enlazando sus brazos a mi cintura, jadeando levemente. Nos besamos en los labios. Sentí el calor de su aliento. Me agaché. Husmeé en el vórtice de su gozo. Introduje mi lengua sedienta en su coño. Ella clavó sus uñas en mi nuca, apretó mi rostro hacia adentro. Gimió. Gemí. Me aparte un instante. Eché la mirada hacia arriba buscando su complicidad. Una chispa de deseo me miraba divertida desde las alturas. Las dos nos pusimos a reír. Me incorporé. Nos besamos entre carcajadas. Recogí la toalla. Ella se subió los pantalones. Un buen rato después íbamos juntas a casa de Luca, un italiano que vivía en el Raval.

Fue hace mucho tiempo, cuando Trini y yo compartíamos piso en el Born. Jamás follamos juntas, aunque episodios así eran frecuentes. Desde entonces fantaseamos con un trío que nunca ha llegado a consumarse. Sé que ella ha estado a punto alguna vez y por supuesto yo he participado en varios, pero nunca con ella. Ahora vivo sola y follo mucho más que cuando vivía con Trini, sin embargo, echo de menos esos tiempos de coqueteo fortuito, de profundas caricias casuales en momentos de relax cotidianos, el roce accidental con otra piel mientras friego los platos o me maquillo frente al espejo. En estos momentos en que me embarga la nostalgia, caigo en una especie de sueño cálido, mi cuerpo se contracciona suavemente y mi mano recorre lentamente el interior de mis piernas o la superficie de mi abdomen hasta recogerse finalmente en la cueva húmeda en que reside el placer, en el verdadero hogar del alma.

Sé que puede sonar extraño por todo lo que suelo explicar, pero no soy de las que se masturba. Suelo regodearme en la ducha con la alcachofa, sobre todo si no tengo prisa, y alguna vez me rozo con cierta desenvoltura si me noto perlada o me excito por alguna razón. Pero no soy de tocarme hasta el orgasmo, de recrearme en la manufactura del placer. Si tengo ganas de follar salgo a la calle y follo. Sé muy bien donde tengo que ir para encontrar lo que me apetece y sé muy bien como conseguirlo. Pero a veces me invade un extraño sentimiento que confundo con un calentón y me veo tocándome. Y entonces, comprendo que no me valdrá con sólo rozarme o introducirme un dedo o dos; que debo seguir y seguir y que no es follar con el primero que me erice los pezones lo que me apetece realmente ni lo que aplacará mi deseo.

Suele ocurrirme cuando recuerdo momentos como estos junto a Trini Menroto o a Mamén Melas (compartíamos piso las tres) o polvazos de mi pasado (cuando el mundo me parecía diferente y  creía que follar era algo más que un deporte) o en los que yendo a por lo que iba me encontraba de pronto (o me encuentro) con la satisfacción sorprendente de sentirme con un igual más allá de toda explicación carnal. Es algo más que un calentón y a la vez no lo es completamente. Es un abrazo cálido invisible, la chispa de deseo en los ojos anónimos de alguien que además de querer follarme adora los supuestos sentimientos que mi alma ansía o que él cree que mi alma ansía. Siento entonces una especie de necesidad pasajera. Siento (o creo sentir) que lo que deseo es que alguien cuando me coma el coño no esté simplemente comiéndome el coño, sino besando el epicentro de mi alma justo en el lugar en que ella se encuentra más a gusto, en su hogar. Luego me corro y comprendo que todo eso era realmente pasajero, que no tenía trascendencia alguna y que no era más que un calentón teñido de sentimentalismos baratos. Entonces me doy cuenta de que efectivamente soy de las que se masturba. Y es que los dedos a veces también se dan una putivuelta.


Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS


domingo, 1 de febrero de 2015

Snowboard sobre Caspa: Tiene nombres mil

En ocasiones caspa y sebo se mezclan en diferentes proporciones, bien sea a causa de la grasa o por la falta de higiene. Cuanto mayor sea la cantidad de sebo, más apelmazable será la caspa, algo que puede llegar hasta tal punto que resulte realmente complicado deslizarse, en cuyo caso la caspa recibe el nombre de "caspa sopa" , "caspa papa" o "caspa mojada". En los casos extremos, donde el sebo es mayor que la caspa, hablamos de "caspa podrida", una caspa tan blanda que obliga a llevar el peso perfectamente equilibrado a lo largo de toda la tabla puesto que de otro modo nos quedaremos totalmente clavados. Su densidad es elevada (cerca de los niveles del sebo).


Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.

Dios

por MR.HATEFUL.

sábado, 31 de enero de 2015

Palabra de Muesli: La noche del cazador

Un pavo del gimnasio, politatuado, lleva en sus nudillos las palabras LOVE y HATE escritas. Su significado es AMOR y ODIO en nuestro idioma. Me moló mucho la idea. Ya sé que no es original, que no es sólo él quien lleva eso escrito y no es eso lo que le quería preguntar (o lo que quería saber) cuando le pregunté por qué llevaba eso tatuado en sus dedos. Pregunté por preguntar, porque estaba cansado de esperar. Su respuesta no fue muy locuaz ni inteligente. Me dijo simplemente que le molaba. Yo, que andaba un poco cabreado con el tipo porque llevaba media hora ocupando la máquina de pectorales y estaba usando unos pesos de mierda, le dije que igual podría haberse tatuado RABO y COÑO y lo mismo hubiera sido. Me miró mal, se levantó y se fue. Me quedé con ganas de decirle que lo que mejor le sentaba era un MARI y un CONA. Lo mismo pensé después cuando lo vi desnudo en el vestuario, el muy bujarra no paraba de mirarme. Diría que hasta se puso morcillón, el muy julai. Hay que reconocer que tenía una buena polla, el maricón. ¡Seguro que anda reventando rectos, puto cerdo!

Al llegar a casa, inquieto por la inútil respuesta que me había dado el politatuado busqué en Google imágenes de ese mismo tatuaje esperando encontrar un origen. Me encontré un montón de fotografías en blanco y negro de un actor americano. Era Robert Mitchum y la foto era de una peli que se titulaba La Noche del Cazador. Leí eso que llaman la sinopsis pero que no es más que un breve resumen de lo que va la peli, sin entrar en detalles. Me moló la idea: un criminal conoce en la cárcel a un tipo que está a punto de ser ejecutado y que no para de hablar de un botín que tiene escondido en su casa. Sale de la cárcel y se gana a la viuda. Sus hijos conocen donde se esconde el dinero y son acosados y perseguidos por el criminal. Suspense, terror, un oscuro asesino, con suerte algo de violencia… ¡Tiene buena pinta! Sí, está en blanco y negro, pero ya hemos pasado por eso antes.

La peli: ¡un puto coñazo, lenta de cojones, aburrida a más no poder! ¿Y esta mierda es un clásico? ¿Onírica? ¿Perversa? ¿Bella? ¿Poética? ¡Una puta mierda! No paran de cascar, no hacen más que hablar de memeces, todo parece un puto sermón de misa. Los jodidos niños huyendo a tres por hora en una barca de mierda, alojándose en pajares que parecen castillos del terror, como si todo fuera monstruoso y no es más que un capullo el que va detrás de ellos que no para de hablar. Y encima todo en un blanco y negro que es más negro que blanco y que parece que te obligue a cerrar los ojos y dormir. ¡Un somnífero de la hostia! ¡Mejor tomarse un Valium: tragar y listos! ¡Puta basura! Robert Mitchum se puede ir a tomar por el culo, él y todo el plantel de esta mierda soporífera.

Una vez vista, no tengo fuerzas para más. Me voy a dormir y cuando pueda veré una peli que tengo en la recámara: Los puentes de Madison. Es de Clint Eastwood, con ese título seguro que es del oeste (supongo) y al menos habrá unos cuantos disparos (espero).


El buen cine siempre tiene músculo,
por MUESLI SNIPES. 


jueves, 29 de enero de 2015

Sentencias desde el Abismo

En otra vida fui el bufón del zar, me cortaron la cabeza y la enterraron entre sus piernas, justo allí donde residía mi gracia.

por IL ESTATORE.

De putivuelta: Musculocas Sociópatas

Escribo empujada por una extraña necesidad de quitármelo de encima, para tal vez así olvidarlo cuanto antes. No os engaño, chicas, es la resaca la que está hablando, la resaca y el arrepentimiento. La fiesta de Noche Vieja trajo consigo una nueva noche de sexo. Las necesidades de mi coño fueron saciadas o al menos, mi coño se procuró alimento, si bien no fue del todo de su agrado.

Todo empezó en la terraza de Trini Menroto. Se había organizado nuevamente un sarao en el que abundaba el alcohol y escaseaba la castidad. Mamen Mela pelizorreaba de lo lindo con Andrés, un fornido macho de pelo en pecho y enormes brazos del que os hablaré en otra ocasión (vaya por adelantado decir que sé de buena tinta que le gusta practicar la hipofixiofilia). Trini estaba ocupada, en una esquina de la terraza, en manosear los testículos de un joven croata que le lamía el cuello y al que según me había confesado previamente no se pensaba follar, pero le iba perfectamente para dar una lección al bueno de Marc, que bebe los vientos por ella pero no hay manera de que se decida. Yo, que me lo he follado, sé muy bien lo que le gusta y sé que come el coño que da gusto, sin embargo, parece que con Trini se enroca y que no hay manera de que se líen. Quizá haya amor verdadero, si es que eso existe. Al final, si no recuerdo mal, Mac y Trini no se enrollaron y después de pasar la noche manoseando los huevos del croata acabaron follando en la playa. Trini me dijo que de tanto estimularlo se había acabado estimulando ella y que la polla se le había puesto tan dura al chiquillo que ella no podía dejarlo así, el croata se había ganado el derecho de que ella se abriera de piernas para él. Palabras textuales.

En fin, las cosas son así: Hacia las tres y pico nos acercamos a la playa, pese al frío. Cerca de nosotros había un grupo de subnormales profundos tirando petardos y escuchando el Fying Free de Pont Aeri. Jugaban estúpidamente a pegarse puñetazos. Entre ellos destacaba un orangután clembuterado que fue a fijarse en mí. Enseguida interactuaron con nuestro grupo. Intentamos quitárnoslos de encima pero Mamen, que había perdido el interés por Andrés tras un breve coito en el lavabo de casa de Trini, y Carmen Palmas no podían evitar putizorrear con cualquier macho que se les acercara. El orangután empezó a juguetear torpemente conmigo dándome bandazos y finalmente, ya decidido, me cogió en brazos y me zarandeó. Yo estaba tan borracha que apenas fui capaz de protestar. Pese a que no era para nada mi estilo, pese a lo absolutamente retrasado que me parecía, mi coño empezó a humedecerse y la perspectiva de un polvo salvaje y hormonado, sucio y primitivo, elevó mi temperatura corporal. En cuanto me bajó al suelo me abalancé sobre él. Caímos sobre la arena de la playa, nos revolcamos haciendo una croqueta. Le agarre de los huevos, le besé.

Fuimos a su casa. No recuerdo bien cómo. Fue un sexo breve y torpe, insatisfactorio. Le hice una paja, empecé a lamer sus huevos. Era sólo precalentamiento pero enseguida se corrió. Sin avisar. Sobre mi cara. Pasé mis manos por mi rostro y esparcí su lefa por su torso musculoso en un gesto de asco, de repugnancia. Al cabo de un rato, monté sobre él. Su polla estaba flácida, un pedazo de carne muerta. Me rocé como una perra hasta que aquello empezó a recobrar vida poco a poco. Me penetró, yo estaba sobre él. Me dio la vuelta con fuerza, apreté mis manos sobre sus glúteos. Hizo un movimiento extraño con la cadera de modo que mi dedo corazón quedó cerca de su ano. Entendí que aquello no le incomodaba, di vueltas en círculo alrededor del exterior del ano. Él se puso muy cachondo. No quería meterle el puto dedo en el culo, pero estaba claro que él sí quería que lo hiciera. Hizo otro movimiento extraño, intentando torpemente que mi dedo le penetrara accidentalmente, como si eso fuera posible… ¡Un puto gilipollas! Retiré sutilmente el dedo, entonces él me pidió que le penetrara. No tengo ningún problema en meterle un dedo por el culo a un tío, pero en general no me gusta hacérselo a un desconocido, hasta yo tengo mi código. Algunas veces lo rompo, todo depende de con quien esté, pero este tipo no era alguien por quien quisiera romperlo. Insistió varias veces, así que tuve que complacerlo. Se puso como una moto, jadeaba como un loco, se movía a espasmos. Se le pusieron los ojos en blanco. Decidí retirar el dedo un poco asustada. Imaginé que no sería raro que tuviera alguna prótesis en algún cajón y que me hiciera anudármela como un cinturón para penetrarle. Se corrió al poco rato dejándome asustada e incompleta, insatisfecha. Se quedó dormido. Miré alrededor. Sobre la cama, un póster de Blade presidía la estancia. Sobre una estantería había distintos trofeos de musculación y boxeo. Me levanté, me vestí apresuradamente y salí al salón, aunque más bien parecía una mini-sala de musculación. Aquello estaba decorado con fotos y calendarios de Wesley Snipes y Jean Claude Van Damme. A mi mente vino una de las cosas que me dijo en la playa: “Yo soy muy cinéfilo, mi sueño es una peli con una lucha final entre Wesley Snipes y Van Damme, en la que se repartan hostias de lo lindo y en la que al final uno acaba cayendo contra una valla electrificada y muere… Esas son las pelis buenas y no las mierdas esas que los que se creen guays ven con subtítulos”. Creo que me abalancé sobre él para dejar de oír sus imbecilidades. Sobre la mesa tenía esparcidas distintas dietas y tablas de ejercicios, entre esa amalgama de papeles destacaba un DVD de Los Puentes de Madison con un post-it encima en el que se podía leer: “Una puta mierda. Ella una zorra”, al lado, el último libro de Paolo Coelho. Me sorprende que ese orangután sepa leer.

No me gustan las musculocas, los hombres que se pasan el rato mirando en un espejo el volumen de sus músculos, pero aún mucho menos las musculocas sociópatas y reprimidas. Era un tipo desagradable que ni siquiera sabía follar, un forofo de las pelis de mierda y de los músculos que encima se las da de inteligente porque ha leído cuatro mierdas, un retrasado mental que ni siquiera folla bien y quizá este último punto sea el más imperdonable, porque (joder) ya que estás cachas al menos folla bien, ¿no? Tanta energía y tanta fuerza para no dar la talla… una pena. La mejor manera de olvidarlo es contarlo, por eso he escrito estas líneas, todavía resacosa, aún marcada por la vergüenza. Pero existe una manera mejor de olvidar un error: caer en otro o triunfar. En cualquiera de esos dos casos la putivuelta es la solución. Seguiremos insistiendo.


Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS.

lunes, 26 de enero de 2015

Palabra de Muesli: Los 400 golpes

Nada más llegar al gimnasio, mientras me cambiaba de ropa para ir a hacer mis sesiones de calentamiento antes de la musculación, escuché a dos tipejos que venían de la piscina y que se preparaban para entrar en las duchas. Uno era un minúsculo retaco que no tenía ni media hostia; el otro, un barrilete de aspecto harapiento. Los dos eran unos debiluchos sin musculatura definida y con pinta de matarse a pajas delante del ordenador diariamente. El caso es que hablaban animadamente sobre la programación de la filmoteca del mes próximo. Al parecer había un ciclo de un tal Truffaut que, según parece, es lo más de lo más de la Nouvelle Vague  francesa. Se morían de ganas de ver en pantalla grande una peli  que se titulaba los 400 golpes. Hablaban de la escena del parque de atracciones, de los travelling por las calles de Paris y sobre todo, de ese final en la playa cuando el protagonista se gira y mira a cámara entre expectante y amenazador. No escuché muy bien, además en seguida se fueron hacia las duchas y yo hacia la sala de las máquinas y demás.

¡Los 400 golpes! ¡Aquí tienen que haber hostias por todas partes!, me dije.

Al llegar a casa hice lo de siempre. Esta vez me costó encontrar la película, así que la busqué en versión original, con subtítulos. Al cabo de una hora la tenía ya lista en la pantalla de mi LCD de 40 pulgadas, por desgracia la calidad del archivo no era HD. Poco importa, porque resultó ser una jodida mierda en blanco y negro. ¡Blanco y negro! ¡Qué cojones! La película es de 1959, Lo que el viento se llevó  es de 1939 y ya es en color. ¿Por qué coño 20 años después aún se hacían pelis  en blanco y negro? ¿Qué jodida mierda es esa? Lo peor seguramente no es eso, quiero decir, lo peor, a mi modo de ver, es que todavía haya gente que vea cine en blanco y negro ¿Qué puta mierda de gente aún ve películas en blanco y negro? ¡Putos moñas, culturetas  insoportables que se hacen los importantes por sus vastos conocimientos pero que no tienen ni media leche! El blanco y negro sólo mola si te llamas Spielberg y haces La Lista de Schindler  y sólo porque salen campos de concentración y así queda más real y tal, e insisto sólo porque eres el jodido Spielberg y te puedes sacar la polla y darle cachetazos a quien te levante la voz, porque eres el puto amo, el que más dinero hace, el jodido Rey Midas

Por otro lado, ahí tenemos los subtítulos… ¡Si quiero leer me compro un libro, joder! Y sí, no suelo leer mucho, es verdad. Lo último que he leído ha sido El código Da Vinci  hace un par de años y me gustó, aunque a ratos se me hacía aburrido. Me gusta mucho, eso sí,  Paolo Coelho, he leído un par de libros suyos. Todos me los regaló mi exnovia, antes de dejarme por el capullo ese de la tienda de discos, un puto melenudo tatuado que todavía escucha vinilos. ¡Hay que ser gilipollas para  en estos tiempos escuchar música como lo hacían mis abuelos!

En fin, volviendo a la película: ¿Por qué una peli  que se llama los 400 golpes  no tiene ni una puta hostia? ¡Miento! El “padre” del niñato protagonista le da un cachete y poco más… ¡Ya está! La peli  va de un niño gamberrete con mala suerte al que sus padres no muestran ni un mínimo de cariño. El crío se pasa la peli corriendo o escondiéndose o haciendo pequeñas travesuras y siempre con la ilusión de ver el mar y cuando por fin ve el mar, tras pasar por una especie de correccional en el que tampoco le hacen ni puto caso, se gira a cámara, casi de inmediato, como diciendo “bueno, ¿y ahora qué ?” y ahí se acaba… ¡Me cago en su puta madre!. Total: ¡una puta mierda francesa en blanco y negro en la que no pasa nada! El tal Truffaut es un puto trufas, nada más que eso… ¡y punto!

Me echo a dormir al poco de ver la plastez  gabacha y por la noche sueño con la peli : un adolescente no querido por sus padres; un chico que busca su sitio a tientas, torpemente, en una sociedad que le rechaza; los golpes que da la vida, el ansia de libertad, el sueño de un espacio infinito donde poder vivir de una manera diferente, donde nada decepciona, donde empezar de cero, un sueño inútil, una desdicha con momentos que despiertan una sonrisa complaciente… ¡Mierda, la puta bazofia francesa ha calado! Me despierta sentimientos, me conmueve y a la vez recuerdo con simpatía ciertas escenas (las de los profesores en la escuela, la timba en casa de su amigo…) ¿Me estaré volviendo maricón? La solución es sencilla: mañana machacarse en el gimnasio y al volver a casa, una buena sesión de Jean-Claude Van Damme. Los 400 golpes  seguramente son las hostias que les tengo que dar a esos dos putos freaks  del gimnasio para que no vuelvan a abrir la puta boca mientras yo esté delante.


El buen cine siempre tiene músculo,
por MUESLI SNIPES. 


domingo, 25 de enero de 2015

Snowboard sobre Caspa: Yo mi abuelo soy

Hoy nos encontramos con caspa dura sobra la que la tabla no deja marca. La caídas en este tipo de superficie son bastante dolorosas, por lo que conviene deslizarse con precaución. Por otro lado, las velocidades que podemos alcanzar al descender en una pista de estas características casposas son superiores, con lo que se gana en espectacularidad.



Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.

jueves, 22 de enero de 2015

Sentencias desde el Abismo

La tristeza no es sólo una actitud, es el rostro de la desesperación.

por IL ESTATORE.

De putivuelta: ZZ Top

Hace unas semanas fue el cumpleaños de Trini Menroto. Ella vive en un ático en Poble Sec  con un par de amigas. Preparó un aperitivo variado y una mesa llena de alcohol. Nos pusimos hasta el culo. Cuando salí de su casa todo a mi alrededor era una nube. A la fiesta vinieron un grupo de tíos muy cachondos. El palmeo  de Mamen Mela se podía escuchar desde la otra punta de la casa, el gorgoteo  también. El origen de su sobreexcitación  era un tío alto y delgado con el pelo algo alborotado y unos pantalones ceñidos. En mi borrachera fantaseé por un segundo con lamer los sonrosados pezones de mi amiga mientras él la empalaba profundamente sobre la mesa de la comida, allí mismo, en la terraza, delante de todo el mundo. Se lo comenté a Trini. Ella me dijo que se apuntaba. Me dio un pico. Nos preparamos otro mojito.

La noche, de todos modos, no siguió ese camino. Al salir de casa de Trini, nos dirigimos a un bar próximo. Al entrar, tras dejar la barra a mano derecha, hay una pequeña salita. Ahí estuvimos bailando y bebiendo, revoloteando alrededor de los cachondos. Jugando un poco con ellos, calentando los motores. Se nos sumaron al grupo un par de tipos más, amigos de amigos de Trini y de Mamen. Eran dos hipsters barbudos. Uno de ellos no estaba nada mal. En seguida se activó en mi clítoris el defcon 3. Sentí una pequeña contracción vaginal, me relamí, cada vez más y más golosa. Me estaba poniendo cada vez más híper-cerda.

Fuimos después al Apolo, para entonces ya había intercambiado con el barbudo un par de comentarios tendenciosos. El sondeo fue positivo. Tuve un instante de duda ¿quería follarme a un integrante de ZZ Top ?, ¿me ponía el rollo rabino ? De entrada tenía más contras  que pros. La sensación era de dejadez, de falta de higiene. Sin embargo, estaba claro que era una barba cuidada. Creo que perdí un poco de interés al comprobar en el sondeo que a poco que hiciera lo tendría metiéndomela por debajo de las faldas. Necesitaba otros estímulos, un poco más de guerra. El Apolo se convirtió en una centrifugadora, todo se movía deprisa al ritmo de una música electrónica envolvente. La putivuelta  puso de manifiesto una vez más que los hombres son presas fáciles. Un macho alfa, vestido con una camiseta roja con enormes letras blancas que se ceñía a sus músculos, intentó camelarme en vano. Tenía pinta de utilizar más cremas que yo y a mi no me interesan los metrosexuales. Un moderno gafapasta  acercó su mano a mi cintura mientras me contaba no sé que historias. Reí a carcajadas aunque no recuerdo el porqué. Estaba muy ciega y muy cachonda, como una perra  en celo. Nos besamos, me di la vuelta y me largué. Bastante más atrás de donde estaba seguía el barbudo, hablando con sus colegas. Me acerqué a él y le dije “venga, ya tengo bastante por hoy aquí, vamos a follar a mi casa”. Él miró a sus amigos, encogió los hombros y me siguió, cogido de la mano.

Al llegar a casa, nos besamos larga y apasionadamente. Sentí los pelos de su bigote sobre mis labios. Me parecieron sorprendentemente suaves. Luego, sobre el sofá, ya desnudos, llevó su enorme cabeza peluda al centro mismo de mi coño palpitante. Lo besó, apretando con los labios sobre mi clítoris. Luego introdujo el índice y el corazón en su interior: húmedo, expectante, abierto y dispuesto. Empezó a lamer lentamente mi clítoris mientras con su mano se dedicaba a estimular las paredes de mi vagina. El contacto de toda esa cantidad de grueso pelo con la piel de mi depilado coño fue en un primer momento desagradable. Pese a la sensación de suavidad en mis labios, el tacto era muy distinto por debajo de mi vientre. Sentí su barba áspera, irritante. La rechacé en un primer instante, pero luego sucumbí a la magia  de su lengua y de sus dedos. Me dejé llevar, me gustaba ver toda esa cantidad de pelo moverse ahí abajo. Me estaba poniendo cada vez más y más perra. Dejó el vaivén digital y hundió su lengua en la profundidad de mi potorro. Empezó a batir  rápidamente, a lengüetazos cortos e insistentes, cíclicamente frenaba la marcha y daba un gran golpe de lengua profundo, apretando su cara contra mi coño, clavándome la nariz. Tuve un orgasmo  tímido y satisfactorio, acompañado de leves exhalaciones, pequeños gritos callados. Mi vagina se contrajo, lancé un suspiro. Él levantó la vista mientras yo estiraba mi cuerpo tras una leve convulsión de júbilo. Se lanzó hacia mí como un cohete a propulsión, me besó fuertemente en los labios. Una nausea acompaño el beso al sentir el sabor de mi coño presente en sus labios, en el pelo de su barba. Al apartar la cabeza, observe su barba completamente perlada  alrededor de su boca. Todo alrededor de la comisura de sus labios estaba salpicado de mi flujo, de mi gozo húmedo. Me volvió a besar y esta vez me gustó sentir el sabor  de mi coño enganchado en su paladar. Luego follamos intensa y repetidamente. Después se marchó y guardé su teléfono por si acaso algún día me apetece repetir. No sé dónde lo he metido, creo que lo he perdido, de todos modos intuyo que algún día volveremos a coincidir. Por entonces puede que me apetezca otra cosa.


Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS.