Desde bien pequeña he tenido sueños extraños, que no se desarrollaban de la manera más frecuente
en que se nos aparecen los sueños; eran sueños breves y más bien táctiles y auditivos. Yo es lo que siempre he
creído que eran: simples sueños. O al menos, eso he querido creer. Sé que hay
ciertas personas, con tendencias al espiritismo
y al oscurantismo, que quizá
consideren que son presencias reales fruto de apariciones o fantasmas. Yo
siempre pensé que eran sueños. Hablo de meterse en la cama y sentir que hay
alguien más en la habitación, que de pronto te invada el vacío, te absorba la
nada, que tus músculos se tensen y no puedas moverte y en ese instante, oigas
algo o sientas una presión, sobre la cama o sobre tu cuerpo.
Recuerdo, una vez, quedarme dormida y de pronto sentir como
si un pequeño animal, como un gato, caminara sobre mi espalda. Me desperté sobresaltada. No había nada en la
habitación. Otras veces, he soñado que una presencia me observaba mientras
dormía, desde una esquina. Una incomodidad me perseguía durante toda la noche,
el ambiente estaba más cargado. Notaba unos ojos invisibles sobre mí. He
sentido como, en medio de la noche, alguien venía a sentarse en el umbral de mi cama. Algunas veces se quedaba en
eso; otras, me acariciaba el pelo o bajaba mis sábanas hasta la cintura. En una
ocasión fue algo más que eso: sentí una presencia en la cama, sentí como se
acercaba a mi rostro. Intenté zafarme, si bien no pude mover ni un solo
músculo. Entonces, la presencia, me
susurró en el oído. No dijo nada, sólo sentí una voz ronca que protestaba, con
un gemido, alargando una “a” trémula. Desperté de golpe, dando un salto sobre
la cama. No había nadie. El silencio era absoluto. No pude conciliar el sueño,
ni dejar de dar vueltas. Intenté dormir pero fue imposible, así que al cabo de unas
dos horas fui a casa del vecino. Me abrió la puerta en pijama, yo iba en batín.
Le cogí la polla nada más abrir. Le
dije: “esta noche no quiero estar sola, vamos a follar”. Él no dijo nada. Sabía
que no diría nada. Sabía bien cómo me miraba en el ascensor. Follamos todo lo que quedaba de noche,
pero yo no olvidaba la presencia que había dejado en mi cama. No volví a follar
con el vecino, si bien está claro que a él le hubiera encantado.
Hasta aquí todo bien, ningún problema. Trato de ser racional, siempre he pensado que son sueños;
unos sueños muy vívidos tal vez, pero sueños al fin y al cabo. Sueños táctiles, de presión, que en ocasiones
se combinan con ruidos que confunden mis sentidos.
El caso, es que hace poco tuve otro de estos sueños, pero
esta vez fue diferente. Hubo algo más, mucho más… ¡Y qué algo! ¡Qué maravilla! Todo empezó como había
empezado en las ocasiones anteriores. Me metí en la cama, sola, porque soy
soltera y vivo sola y, en general, duermo casi siempre sola aunque pienses lo
contrario. No ando follándome al primero que encuentro. Follo con quien quiero
y cuando quiero, aunque a veces me equivoque y aunque a veces, muy pocas, sea
el alcohol y/u otras sustancias las que decidan por mí. Y sí, sé que he contado
como me follé a mi vecino, pero no te equivoques, aunque acudí a él porque no
quería estar sola, también quería follármelo en algún momento; y ese instante
me pareció el más propicio. Tal vez tú sí seas una puta, Trini Menroto. Yo no. Yo sólo me divierto. A mí me gusta
follar y ser libre. Y si me follo al novio de alguien es porque él me ha
buscado a mí primero. No sé si tú puedes decir lo mismo. En fin, el caso, es que me
fui a dormir. En cuanto me tapé con las sábanas supe que esa noche no iba ser
una noche cualquiera. Sentí que una presencia
se sentaba al borde de la cama. Intenté gritar, patalear, quitarme esa
sensación de la cabeza y del cuerpo. Todo fue inútil. Seguía ahí. Cada vez
tenía más confianza en sí mismo, era algo que se notaba en el ambiente. Se
acercó a mi oído y susurró con su voz ronca. No entendí nada. Me acarició el
pelo, bajó las sábanas que me cubrían, palpó mi pecho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y entendí que quería follármelo, que
estaba deseando ser poseída en el sentido más carnal de la expresión por ese
ser sin forma ni cuerpo, por el ente que me acompañaba. Sí, esa presencia me
puso cachonda. Creo, estoy segura de ello, que de no haberme puesto tan zorra y
tan cachonda, la presencia habría huido despavorida. Yo me pongo muy punky cuando me molestan y da igual que
sea de carne y hueso o de ectoplasma del Hades, se acojonan cuando se pasan de
la raya y ni se me acercan. De igual manera también me pongo muy perra cuando
me quiero follar al alguien.
Abrí las piernas, invité al ser invisible a que profundizara
en mí, a que metiera sus espectrales manos en mi coño abierto y caliente. Sentí que toda su presencia se
me echaba encima. Era grande, descomunal, como un tío de dos metros. Lo imaginé
negro y atlético y a juzgar por lo
que sentí que se metía entre mis piernas bien podría ser que fuera negro. Sentí
el calor de su aliento en mi boca, en mis párpados, en mis orejas. Sentí que
una lengua me lamía, que unos dientes fuertes marcaban mis pezones, jugando con ellos, que unos dedos se perdían en lo más
profundo de mi ano mientas una polla gigante iba y venía lubricando a su paso
mis labios palpitantes, mi clítoris erecto y duro. El orgasmo no tardo en
venir, unas sacudidas súbitas le siguieron, convulsioné de placer como pocas
veces lo había hecho y en mi último temblor, desperté. Las sábanas estaban a
mis pies, mi coño babeaba de alegría.
Sentía como si se hubieran corrido sobre mis pechos y mi ombligo, no había nada
pero la sensación cálida y pegajosa estaba ahí. Mi aliento agitado acompañaba
el acelerado latir de mi corazón. Desde entonces estoy esperando, cada noche,
que mi amante invisible aparezca.
Esperé en vano la noche siguiente. Y así durante toda la
semana. Mi esperanza fue que hubiera
decidido visitarme todos los Martes, pero el Martes siguiente ninguna presencia
vino a verme al borde de mi cama. Hoy ha pasado justo un mes, mi esperanza es
que haya escogido este día. Estoy mojada solo de pensar que esta noche una presencia espectral vendrá a verme y me
follará como merezco ser follada y le follaré como ninguna otra mujer de carne
y hueso le ha follado jamás. Por lo demás, estoy segura de que mi fantasma no
es celoso y que no le importa que de vez en cuando me dé una putivuelta y otras presencias más
mundanas se pierdan entre mis sábanas y mis piernas. Me pregunto si también se
puede ir de putivuelta haciendo la ouija. Si es así, ahí se abre todo un nuevo mundo por explorar.
Basado en pechos reales,
por CARMELA PELAS