miércoles, 19 de octubre de 2016

De putivuelta: Presencias

Desde bien pequeña he tenido sueños extraños, que no se desarrollaban de la manera más frecuente en que se nos aparecen los sueños; eran sueños breves y más bien  táctiles y auditivos. Yo es lo que siempre he creído que eran: simples sueños. O al menos, eso he querido creer. Sé que hay ciertas personas, con tendencias al espiritismo y al oscurantismo, que quizá consideren que son presencias reales fruto de apariciones o fantasmas. Yo siempre pensé que eran sueños. Hablo de meterse en la cama y sentir que hay alguien más en la habitación, que de pronto te invada el vacío, te absorba la nada, que tus músculos se tensen y no puedas moverte y en ese instante, oigas algo o sientas una presión, sobre la cama o sobre tu cuerpo.

Recuerdo, una vez, quedarme dormida y de pronto sentir como si un pequeño animal, como un gato, caminara sobre mi espalda. Me desperté sobresaltada. No había nada en la habitación. Otras veces, he soñado que una presencia me observaba mientras dormía, desde una esquina. Una incomodidad me perseguía durante toda la noche, el ambiente estaba más cargado. Notaba unos ojos invisibles sobre mí. He sentido como, en medio de la noche, alguien venía a sentarse en el umbral de mi cama. Algunas veces se quedaba en eso; otras, me acariciaba el pelo o bajaba mis sábanas hasta la cintura. En una ocasión fue algo más que eso: sentí una presencia en la cama, sentí como se acercaba a mi rostro. Intenté zafarme, si bien no pude mover ni un solo músculo. Entonces, la presencia, me susurró en el oído. No dijo nada, sólo sentí una voz ronca que protestaba, con un gemido, alargando una “a” trémula. Desperté de golpe, dando un salto sobre la cama. No había nadie. El silencio era absoluto. No pude conciliar el sueño, ni dejar de dar vueltas. Intenté dormir pero fue imposible, así que al cabo de unas dos horas fui a casa del vecino. Me abrió la puerta en pijama, yo iba en batín. Le cogí la polla nada más abrir. Le dije: “esta noche no quiero estar sola, vamos a follar”. Él no dijo nada. Sabía que no diría nada. Sabía bien cómo me miraba en el ascensor. Follamos todo lo que quedaba de noche, pero yo no olvidaba la presencia que había dejado en mi cama. No volví a follar con el vecino, si bien está claro que a él le hubiera encantado.

Hasta aquí todo bien, ningún problema. Trato de ser racional, siempre he pensado que son sueños; unos sueños muy vívidos tal vez, pero sueños al fin y al cabo. Sueños táctiles, de presión, que en ocasiones se combinan con ruidos que confunden mis sentidos.

El caso, es que hace poco tuve otro de estos sueños, pero esta vez fue diferente. Hubo algo más, mucho más… ¡Y qué algo! ¡Qué maravilla! Todo empezó como había empezado en las ocasiones anteriores. Me metí en la cama, sola, porque soy soltera y vivo sola y, en general, duermo casi siempre sola aunque pienses lo contrario. No ando follándome al primero que encuentro. Follo con quien quiero y cuando quiero, aunque a veces me equivoque y aunque a veces, muy pocas, sea el alcohol y/u otras sustancias las que decidan por mí. Y sí, sé que he contado como me follé a mi vecino, pero no te equivoques, aunque acudí a él porque no quería estar sola, también quería follármelo en algún momento; y ese instante me pareció el más propicio. Tal vez tú sí seas una puta, Trini Menroto. Yo no. Yo sólo me divierto. A mí me gusta follar y ser libre. Y si me follo al novio de alguien es porque él me ha buscado a mí primero. No sé si tú puedes decir lo mismo. En fin, el caso, es que me fui a dormir. En cuanto me tapé con las sábanas supe que esa noche no iba ser una noche cualquiera. Sentí  que una presencia se sentaba al borde de la cama. Intenté gritar, patalear, quitarme esa sensación de la cabeza y del cuerpo. Todo fue inútil. Seguía ahí. Cada vez tenía más confianza en sí mismo, era algo que se notaba en el ambiente. Se acercó a mi oído y susurró con su voz ronca. No entendí nada. Me acarició el pelo, bajó las sábanas que me cubrían, palpó mi pecho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y entendí que quería follármelo, que estaba deseando ser poseída en el sentido más carnal de la expresión por ese ser sin forma ni cuerpo, por el ente que me acompañaba. Sí, esa presencia me puso cachonda. Creo, estoy segura de ello, que de no haberme puesto tan zorra y tan cachonda, la presencia habría huido despavorida. Yo me pongo muy punky cuando me molestan y da igual que sea de carne y hueso o de ectoplasma del Hades, se acojonan cuando se pasan de la raya y ni se me acercan. De igual manera también me pongo muy perra cuando me quiero follar al alguien.

Abrí las piernas, invité al ser invisible a que profundizara en mí, a que metiera sus espectrales manos en mi coño abierto y caliente. Sentí que toda su presencia se me echaba encima. Era grande, descomunal, como un tío de dos metros. Lo imaginé negro y atlético y a juzgar por lo que sentí que se metía entre mis piernas bien podría ser que fuera negro. Sentí el calor de su aliento en mi boca, en mis párpados, en mis orejas. Sentí que una lengua me lamía, que unos dientes fuertes marcaban mis pezones, jugando con ellos, que unos dedos se perdían en lo más profundo de mi ano mientas una polla gigante iba y venía lubricando a su paso mis labios palpitantes, mi clítoris erecto y duro. El orgasmo no tardo en venir, unas sacudidas súbitas le siguieron, convulsioné de placer como pocas veces lo había hecho y en mi último temblor, desperté. Las sábanas estaban a mis pies, mi coño babeaba de alegría. Sentía como si se hubieran corrido sobre mis pechos y mi ombligo, no había nada pero la sensación cálida y pegajosa estaba ahí. Mi aliento agitado acompañaba el acelerado latir de mi corazón. Desde entonces estoy esperando, cada noche, que mi amante invisible aparezca.

Esperé en vano la noche siguiente. Y así durante toda la semana. Mi esperanza fue que hubiera decidido visitarme todos los Martes, pero el Martes siguiente ninguna presencia vino a verme al borde de mi cama. Hoy ha pasado justo un mes, mi esperanza es que haya escogido este día. Estoy mojada solo de pensar que esta noche una presencia espectral vendrá a verme y me follará como merezco ser follada y le follaré como ninguna otra mujer de carne y hueso le ha follado jamás. Por lo demás, estoy segura de que mi fantasma no es celoso y que no le importa que de vez en cuando me dé una putivuelta y otras presencias más mundanas se pierdan entre mis sábanas y mis piernas. Me pregunto si también se puede ir de putivuelta haciendo la ouija. Si es así, ahí  se abre todo un nuevo mundo por explorar.


Basado en pechos reales,

por CARMELA PELAS


miércoles, 27 de enero de 2016

Snowboard sobre caspa: Mundo Moderbizarro sobre piedras

Si no hay caspa, la inventamos. Si no hay caspa, la reivindicamos. Nos ilustramos, nos informamos, la forzamos, la creamos. El moderneo más freak no se contenta sólo con la caspa, si no encuentra una buena superficie sobre la que deslizarse se monta en la tabla y se lanza por donde sea. Nos encontramos hoy con uno de estos casos en los que a falta de caspa buenas son piedras. La tabla se desliza sobre cantos agudos y relieves cortantes. El manejo de la tabla requiere de las habilidades habituales, aunque una eventual caída tiene mayores consecuencias. No todo el mundo está capacitado, es un deporte sólo para valientes.


Y recuerda, no debes quejarte de la caspa en el tejado de tu vecino cuando también cubre el umbral de tu casa,
por JUANITO MÜHLEGG.



martes, 1 de diciembre de 2015

lunes, 23 de noviembre de 2015

Palabra de Muesli: Lawrence de Arabia


A los padres de mi exnovia, esa puta neogafapasta, les encantaban las grandes películas de su juventud, esas superproducciones rodadas en formato panorámico que uno siempre ve en la tele con dos franjas negras arriba y abajo. Ellos las llamaban “clásicos” y hacían bromas entre sí sobre si ellos también eran “clásicos” o no. Todos reíamos aunque no tuviera ni puñetera gracia. La favorita del padre de esa zorra sabelotodo era Lawrence de Arabia. Hace poco en el gimnasio, mientras esperaba que un puto viejo dejara libre la máquina peck deck, me acordé de él. Supongo que se parecían los muy gilipollas. Decidí que tal vez debería verla.

¡Joder! La cosa prometía: un oficial británico se va a Arabia, se junta con los moros y se lía a tiros con todo dios, convirtiéndose en una especie de líder revolucionario de los árabes contra el imperio turco, durante la primera guerra mundial. ¡Puta madre, no? ¡Pues no! A ver, el tío mola. Lo envían los ingleses pero se vuelve todo loco con el desierto y la cultura de ahí y le mola el rollo y se convierte en un tío adorado por los moros esos y se mete en aventuras de la hostia y le pegan una paliza y le torturan y luego es traicionado en su empeño por ayudar a los moros porque los ingleses que son los que le enviaban los dejan colgados y tal, pero joder, el tío… ¡joder!, ¡el puto Lawrence es un jodido bujarra! No lo dicen claro pero tiene un rollo raro con un crío beduino, vamos, que se lo folla. Y en la tortura se insinúa que le dan por el culo (o eso me pareció a mí) y seguro que el muy guarro lo goza. Y no sé, con toda la tralla que puede tener la película se pasan con los putos planos del desierto y con conversaciones y mierdas. ¡Coño! ¡Más batallas, más caballos a toda leche por el desierto! Eso es buen cine, y no toda esa mierda. ¡Y menos sutilezas, joder! ¡Si es maricón dejadlo claro, joder! Hostia, yo no tengo problemas con los bujarras si van a las claras, pero este rollo sí pero no, o qué sé yo, lo soy pero lo escondo… ¡Qué puto asco! Y encima el pavo ni siquiera es que esté supercachas, es así rubio y guapo pero no tiene el cuerpo bien trabajado en el gimnasio como tiene que ser. A mí me parece que ni está bueno ni nada, no sé, si yo fuera gay igual me lo follaba pero seguro que perdería el interés en seguida, muy aventurero y mucha mierda de esa pero seguro que le doy una hostia y lo destrozo.

He llegado a una conclusión, si al imbécil de mi exsuegro le gustaba tanto esa película es porque seguramente él también sea maricón. Ya sabéis, ahora ser bujarra está de moda. Hay incluso gente que lo es, que se folla a otros tíos, aunque en realidad le gustan las mujeres o son asexuales y lo mismo les da un tío que una rata, pero que, a lo que voy, se hacen maricones por moda. Antes no era así, antes ser maricón no estaba bien visto y algunos lo escondían, hasta se casaban y tenían hijos. Yo creo que eso es lo que le pasa a mi exsuegro, que es bujarrón y lo oculta y que por eso le mola la peli, porque se siente identificado con el suplanucas de Lawrence. Aunque sólo debe de sentirse identificado con eso, porque el padre de la pseudointelectual de mi ex es un puto cagado y no ha salido de su mierda de barrio en toda su puta vida.

Después de ver esa bazofia homoerótica de Lawrence de Arabia necesito ver una peli de verdad, de hombre zurrándose a base de bien y mucha épica. Me pongo 300 y se me va la mala hostia de golpe. He oído por ahí que 300 es de estética un poco gay. Esa gente no tiene ni puta idea, cómo escuche a alguien decir eso le partiré la puta cara y luego le daré por el culo, a ver si le gusta, sólo los homosexuales haters pueden decir cosas así. ¡Qué asco de gente! Uno no puede ya ni ver músculos y leches tranquilo, mierda, lo tienen que joder todo con sus opiniones de mierda que a nadie interesan...

El buen cine siempre tiene músculo,
por MUESLI SNIPES.

martes, 20 de octubre de 2015

De putivuelta: Entre cartones

Esa noche tenía una fiesta en la terraza de un holandés que Mamen Mela se estaba follando desde hacía unas semanas. Luego, el plan era ir al Apolo salvo que la fiesta degenerará en orgía antes de tiempo, cosa con la que todas fantaseábamos aunque supiéramos que por desgracia no iba a ser así. Tenía que pasar por un cajero antes de ir hacia allá. Cuando pasé por delante del primero que no me cobraba comisión, vi que el externo estaba fuera de servido. Tenía pues que sacar dinero en el cajero interior, que estaba ocupado por un par de indigentes que se habían hecho fuertes montándose una habitación con todo lujo de detalles: desde mantas raídas y cartones a colillas de cigarrillo y tetrabriks de vino. Cuando entré pude constatar que estaban durmiendo la mona. Un hedor a orín, excrementos secos y sudor bloqueó mi pituitaria. Uno de ellos roncaba a mandíbula batiente, el otro respiraba acompasadamente.

Introduje la tarjeta, puse mi número secreteo y saqué unos 100€. Pensaba conseguir que algún pobre infeliz me pagará las copas en la discoteca, pero igualmente debía pagar mi parte de las drogas de la noche y convenía salvar una parte por si acaso no había suficiente con lo que pudiera conseguir a base de eventuales pagafantas. Cuando metí el dinero en mi cartera y la cartera en mi bolso, escuché que uno de los vagabundos carraspeaba. Vi como sus ojos inyectados en vino deseaban ver más allá de la sombra que proyectaba la minifalda sobre mis piernas. Se relamió para humedecer su boca. De entre sus dientes  se proyectó un “¿Tienes fuego?” un tanto cazallero. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, mientras oscuramente un anhelo se despertaba en lo más profundo de mi lívido. Entre aquella maraña de pelos y roña se adivinaba la atormentada vida de un atractivo hombre de ojos azules, venido a menos por el alcohol barato y dios sabe qué otros problemas. Me acerqué lentamente, sorprendida de la insinuación que otorgaba inconscientemente a mis movimientos. Saqué el mechero de mi bolso, me agaché consciente de que el sin-techo tendría una privilegiada visión de mis pechos mientras le encendía la chusta de la colilla que acaba de coger del suelo.

“¿Hace cuánto que no te hacen una buena mamada?”, le pregunté a bocajarro, entre susurros. Sus ojos se salieron de sus órbitas. Carraspeó nervioso. Se movió incómodo hacia atrás. “¿Dónde está la trampa?”, me preguntó a modo de respuesta. Le dije que no había trampa, que estaba cachonda y que hoy él tenía su día de suerte. Mientras hablaba acariciaba su entrepierna sintiendo su sexo crecer al compás de mis palabras. Le besé en la boca, mientras con las manos desanudaba el cable que llevaba a modo de cinturón. Su boca sabía a cenicero y vino rancio. Descubrí su polla erecta rodeada de un frondoso bello púbico, como un torreón en medio de un bosque espeso. Llevé mis labios a su glande, lamiéndolo con cortos movimientos de la punta de mi lengua. Cuando sus gemidos empezaron a ser continuos bajé la cabeza, dejando resbalar su polla por mis labios hasta que toda ella quedó cubierta por mi cavidad bucal. Una arcada me sobrevino, traté de controlarla. Me invadió el asco. Sabía a orín y a sudor. La falta de higiene y el olor de su excitación se conjugaron con el fuerte hedor a ceniza y vino, a ropa sucia, a basura y descomposición, a rancio. Saqué la polla de mi boca de golpe y empecé a lamer sin control, como una loca, de arriba abajo, tratando así de colapsar mis sentidos, estimulando caóticamente su erección. Cuando por fin me acostumbré al asco que se acumulaba en el fondo de mi paladar, seguí lamiendo con ímpetu su glande, a pequeñas bocanadas, mordiendo de vez en cuando el extremo distal de su prepucio. Sus gemidos subieron el volumen rápidamente y supe por su respiración que su excitación estaba cerca del apogeo, del clímax. Se corrió en mi boca. Su semen era agrio y áspero. Jamás había probado una lefa así, abundante y con unos grumos ásperos de cierta consistencia extrañamente granulosa. Me limpié con un kleenex, mientras me alejaba sin mediar palabra, viendo la satisfacción en su mirada. Lo dejé sonriendo, golpeando con aspavientos a su vecino de cajero, que había estado roncando profusamente todo el tiempo, con el ánimo de explicarle lo que acababa de ocurrir.

Subí de nuevo a casa para limpiarme en condiciones. Al llegar, vomité en el lavabo, abrumada por lo que acaba de hacer. No sé bien qué es lo que me había llevado a hacerlo. Quería pensar que se había tratado de  una preciosa obra de caridad, mucho mejor que darle cuatro monedas mal contadas para que se comprara un bocadillo; y que agradecería más mi mamada que el cartón de vino que realmente se habría comprado con esas cuatros monedas. Sin embargo, sé que no fue la caridad lo que me movió a hacerlo sino el morbo.  La virtud viciosa de mi búsqueda hedónica del placer por el placer, en libertad e independencia, el deseo de satisfacer a ese indigente alimentando al mismo tiempo las oscuras fantasías de mi ser más profundo. Quizá esto no sea más que palabrería pseudofilosófica que adorna algo que en realidad es mucho más elemental, quizá aquellos ojos azules inyectados en sangre y vino simplemente me pusieron cachonda y como últimamente no le pongo fronteras al deseo, me dejé llevar sin más. Me fui a sacar dinero y acabé de putivuelta, no todo en esta vida va a ser caviar y noches de hotel de 5 estrellas, una buena polla en crudo, sin limpiar, de vez en cuando tampoco está mal y con esa idea es con la que me quedo.
  

Basado en pechos reales,

por CARMELA PELAS