Escribo empujada por una extraña necesidad de quitármelo de
encima, para tal vez así olvidarlo cuanto antes. No os engaño, chicas, es la resaca la que está hablando, la resaca y el arrepentimiento. La fiesta de Noche Vieja trajo consigo una nueva noche de sexo. Las necesidades de mi coño
fueron saciadas o al menos, mi coño
se procuró alimento, si bien no fue del todo de su agrado.
Todo empezó en la terraza de Trini Menroto. Se había
organizado nuevamente un sarao en el
que abundaba el alcohol y escaseaba la castidad. Mamen Mela pelizorreaba de lo lindo con Andrés, un
fornido macho de pelo en pecho y enormes brazos del que os hablaré en otra
ocasión (vaya por adelantado decir que sé de buena tinta que le gusta practicar
la hipofixiofilia). Trini estaba
ocupada, en una esquina de la terraza, en manosear los testículos de un joven
croata que le lamía el cuello y al que según me había confesado previamente no
se pensaba follar, pero le iba
perfectamente para dar una lección al bueno de Marc, que bebe los vientos por
ella pero no hay manera de que se decida. Yo, que me lo he follado, sé muy bien
lo que le gusta y sé que come el coño que da gusto, sin embargo, parece que con
Trini se enroca y que no hay manera de que se líen. Quizá haya amor verdadero,
si es que eso existe. Al final, si no recuerdo mal, Mac y Trini no se
enrollaron y después de pasar la noche manoseando los huevos del croata
acabaron follando en la playa. Trini
me dijo que de tanto estimularlo se había acabado estimulando ella y que la
polla se le había puesto tan dura al chiquillo que ella no podía dejarlo así,
el croata se había ganado el derecho de que ella se abriera de piernas para él.
Palabras textuales.
En fin, las cosas son así: Hacia las tres y pico nos
acercamos a la playa, pese al frío. Cerca de nosotros había un grupo de subnormales profundos tirando petardos y escuchando el Fying Free de Pont Aeri. Jugaban estúpidamente a pegarse puñetazos. Entre ellos
destacaba un orangután clembuterado
que fue a fijarse en mí. Enseguida interactuaron con nuestro grupo. Intentamos
quitárnoslos de encima pero Mamen, que había perdido el interés por Andrés tras
un breve coito en el lavabo de casa
de Trini, y Carmen Palmas no podían evitar putizorrear
con cualquier macho que se les acercara. El orangután empezó a juguetear torpemente
conmigo dándome bandazos y finalmente, ya decidido, me cogió en brazos y me
zarandeó. Yo estaba tan borracha que apenas fui capaz de protestar. Pese a que
no era para nada mi estilo, pese a lo absolutamente retrasado que me parecía, mi
coño empezó a humedecerse y la
perspectiva de un polvo salvaje y hormonado, sucio y primitivo, elevó mi
temperatura corporal. En cuanto me bajó al suelo me abalancé sobre él. Caímos
sobre la arena de la playa, nos revolcamos haciendo una croqueta. Le agarre de
los huevos, le besé.
Fuimos a su casa. No recuerdo bien cómo. Fue un sexo breve y torpe, insatisfactorio. Le hice una paja, empecé a lamer sus huevos. Era
sólo precalentamiento pero enseguida se corrió. Sin avisar. Sobre mi cara. Pasé mis manos por mi
rostro y esparcí su lefa por su torso
musculoso en un gesto de asco, de repugnancia. Al cabo de un rato, monté sobre
él. Su polla estaba flácida, un
pedazo de carne muerta. Me rocé como una perra hasta que aquello empezó a
recobrar vida poco a poco. Me penetró, yo estaba sobre él. Me dio la vuelta con
fuerza, apreté mis manos sobre sus glúteos. Hizo un movimiento extraño con la
cadera de modo que mi dedo corazón quedó cerca de su ano. Entendí que aquello no le incomodaba, di vueltas en círculo
alrededor del exterior del ano. Él se puso muy cachondo. No quería meterle el puto
dedo en el culo, pero estaba claro que él sí quería que lo hiciera. Hizo otro
movimiento extraño, intentando torpemente que mi dedo le penetrara
accidentalmente, como si eso fuera posible… ¡Un puto gilipollas! Retiré sutilmente el dedo, entonces él me pidió que le
penetrara. No tengo ningún problema en meterle un dedo por el culo a un tío,
pero en general no me gusta hacérselo a un desconocido, hasta yo tengo mi código. Algunas veces lo rompo, todo depende de
con quien esté, pero este tipo no era alguien por quien quisiera romperlo.
Insistió varias veces, así que tuve que complacerlo. Se puso como una moto,
jadeaba como un loco, se movía a espasmos. Se le pusieron los ojos en blanco.
Decidí retirar el dedo un poco asustada.
Imaginé que no sería raro que tuviera alguna prótesis en algún cajón y que me
hiciera anudármela como un cinturón para penetrarle. Se corrió al poco rato dejándome
asustada e incompleta, insatisfecha. Se quedó dormido. Miré alrededor. Sobre la
cama, un póster de Blade presidía la
estancia. Sobre una estantería había distintos trofeos de musculación y boxeo.
Me levanté, me vestí apresuradamente y salí al salón, aunque más bien parecía
una mini-sala de musculación. Aquello estaba decorado con fotos y calendarios
de Wesley Snipes y Jean Claude Van Damme. A mi mente vino una de las cosas que
me dijo en la playa: “Yo soy muy cinéfilo,
mi sueño es una peli con una lucha
final entre Wesley Snipes y Van Damme, en la que se repartan hostias de lo
lindo y en la que al final uno acaba cayendo contra una valla electrificada y
muere… Esas son las pelis buenas y no
las mierdas esas que los que se creen guays
ven con subtítulos”. Creo que me abalancé sobre él para dejar de oír sus
imbecilidades. Sobre la mesa tenía esparcidas distintas dietas y tablas de ejercicios,
entre esa amalgama de papeles destacaba un DVD de Los Puentes de Madison con un post-it
encima en el que se podía leer: “Una puta mierda. Ella una zorra”, al lado, el
último libro de Paolo Coelho. Me sorprende que ese orangután sepa leer.
No me gustan las musculocas, los hombres que se pasan el
rato mirando en un espejo el volumen de sus músculos, pero aún mucho menos las
musculocas sociópatas y reprimidas.
Era un tipo desagradable que ni siquiera sabía follar, un forofo de las pelis de mierda y de los músculos que
encima se las da de inteligente porque ha leído cuatro mierdas, un retrasado mental
que ni siquiera folla bien y quizá este último punto sea el más imperdonable,
porque (joder) ya que estás cachas al
menos folla bien, ¿no? Tanta energía y tanta fuerza para no dar la talla… una
pena. La mejor manera de olvidarlo es contarlo, por eso he escrito estas
líneas, todavía resacosa, aún marcada
por la vergüenza. Pero existe una manera mejor de olvidar un error: caer en
otro o triunfar. En cualquiera de esos dos casos la putivuelta es la solución. Seguiremos insistiendo.
Basado en pechos
reales,
por CARMELA PELAS.